Eran las 8:30 de la mañana. El único que estaba en el pasillo era un tipo calvo que se dedicaba a pulir el suelo. En la clase habían 10 personas, y yo no sabía si había hecho bien en ir o no a clase.
Al terminar las primeras horas, salgo a tomar el aire y a comer algo. Al salir, me encuentro los pasillos más concurridos de lo normal. El chico calvo ya no está y ahora las que ocupan su lugar son unas camillas verdes. Dos alumnos están acostados en dos de las camillas, y son atendidos por dos chicas vestidas de rojo. En el suelo hay unos aparatos negros conectados entre sí que sirven para controlar el proceso de la retirada de sangre. Enfrente de las camillas una chica y un chico, observan a los alumnos cómo hablan entre sí mientras estos colaboran con la causa. Varias mesas han servido para almacenar los utensilios médicos y también la comida que después se les daba a todos aquellos que han querido donar sangre, y colaborar en la campaña “365 días, 365 motivos”. También había una mesa donde se hacía el protocolo de inicio, en ella el alumno era atendido por el médico que le tomaba la tensión y comprobaba que todo estaba en condiciones para poder donar sangre.
El centro de transfusión de
Así son las cosas, así se las contamos...y así nos las gastamos.
4 comentarios:
Gran descripción y desarrollo.
¡Un enfoque muy interesante!
Saludos.
Parecía un buen comienzo de una interesante crónica, pero en la mitad de esta ha faltado más emoción y quizás alguna metáfora para contarnos la acción de sacar sangre. De todas maneras, te felicito por esta entrada arriesgada.
Toda una gran aventura :)
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